En realidad, la historia del Mercedes-Benz SL comenzó con un coupé, el glorioso 300 SL 'Alas de Gaviota', y terminó con una dinastía de roadsters. El modelo que, por así decirlo, ha puesto el sello definitivo en el linaje, tanto técnicamente como en términos de diseño, es el que cumplirá 60 años en 2023, el W113 conocido como 230/250/280 SL o 'Pagoda'.
Este modelo, con una carrera relativamente 'corta' de unos siete años (el posterior R107 rozaría los 20) transcurridos con pocas modificaciones, es de hecho el que encontró el equilibrado término medio entre el sofisticado, caro y exigente 300 y el pequeño y demasiado accesible 190 de cuatro cilindros. En definitiva, un Mercedes-Benz clásico inolvidable.
El compromiso adecuado
La historia del W113 comenzó en 1963, cuando los demás modelos SL dejaron de fabricarse: el camino a seguir era evidentemente el del 190, que nació sobre una plataforma de gran serie como un derivado de la berlina 'Ponton', pero con unos propósitos y una cilindrada ligeramente superiores.
Dicho y hecho: el motor es el de la berlina 230 S/SE W111, con una cilindrada de 2.308 cm3 con un solo árbol de levas, dos válvulas por cilindro y cárter de fundición, y ofrecía una potencia de 150 CV, que para un roadster de poco más de 4,0 metros de largo ya era adecuada, y estaba aderezado por la hábil mano de Paul Bracq y Friedrich Geiger.
Éstos definen una línea moderna, especialmente en la zaga, que carecían de colas y luces en forma de gema, pero con claras referencias a generaciones anteriores en el faro vertical, que recordaba al 300 SL Roadster de 1957.
Las siglas pronto se verán eclipsadas en popularidad por el apodo que la prensa asignó al coche cuando también se mostró en el lanzamiento el nuevo techo rígido metálico, un accesorio muy popular entre los clientes y cuyas traviesas cuadradas y verticales le valieron el sobrenombre de 'Pagoda'.
Bajo la piel, sin embargo, también había un chasis de nuevo desarrollo, con suspensión trasera de semieje basculante precursora de la moderna multilink, que resolvía las numerosas deficiencias de los ejes rígidos y los esquemas de circulación central destacados en los SL anteriores. La caja de cambios era manual de cuatro velocidades y existía una automática con el mismo número de relaciones bajo pedido.
La evolución
Como ya se ha mencionado, el 230 no recibió grandes cambios a lo largo de su carrera, al menos en lo que a la carrocería se refiere. Sin embargo, sus años de servicio estuvieron marcados por dos etapas señaladas por el cambio de nombre a 250 SL en 1966 y 280 SL en 1968.
Sin embargo, no se trata de verdaderas evoluciones de prestaciones, sino más bien de actualizaciones necesarias por la necesidad de equilibrar las restricciones debidas a la normativa anticontaminación, especialmente en el mercado norteamericano. De hecho, el primer aumento de cilindrada sirve principalmente para preservar la potencia, que se mantiene en 150 CV, mientras que sólo el siguiente la elevó a 170 CV.
Sin embargo, el motor del Mercedes-Benz 250 SL, fabricado sólo durante un año y, por tanto, el más raro de los tres, era nuevo, no sólo por el aumento de la cilindrada. Tenía siete cojinetes de bancada y, como su predecesor, rozaba los 200 km/h, ganando sólo un segundo en el 0-100 km/h, que eran exactamente 10 segundos. Sin embargo, si se solicitaba, podía adquirirse con una caja de cambios manual de cinco velocidades, además de la manual de cuatro y la automática.
Con el 280 SL, la velocidad también se mantuvo sin cambios, pero el mayor par motor permitió ganar otro segundo en el 0-100 km(h. El SL 'Pagoda' puso fin a su ciclo comercial a principios de 1970 con algo menos de 49.000 unidades.
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