Aunque su futuro parece consistir ahora en modelos SUV totalmente eléctricos, berlinas y deportivos de tamaño medio y grande, durante bastante tiempo el nombre de Lotus seguirá evocando para los entusiastas la imagen de los pequeños, sencillos y divertidos roadster sobre los que ha construido su reputación.
El Lotus Elise es ya todo un icono del automóvil, al menos entre los más entusiastas, así que hemos querido repasar la historia de uno de los deportivos más puros de los últimos tiempos, que sirvió además como base para el primer modelo de Tesla, el Roadster original.
Una segunda vida
La historia del Lotus Elise comienza con la resurrección de la marca británica, a principios de los años 90, tras haber estado unos años bajo el control de General Motors. Fue entonces cuando pasó a manos del empresario Romano Artioli, protagonista también del intento de relanzamiento de Bugatti. Aunque la marca fue adquirida después por Proton y finalmente por Geely, en 2017, aquellos primeros años 90 fueron cruciales.
Artioli decidió volver a partir de la filosofía del fundador de la marca, el famoso Colin Chapman, centrada en la sencillez y la ligereza, pero lo hizo de una forma innovadora: tras descartar la idea de un nuevo Seven, un coche realmente reducido a la mínima expresión e incluso sin puertas, eligió en su lugar el proyecto de un biplaza apto tanto para la pista como para el uso diario.
El modelo se creó en torno a un bastidor de aluminio con elementos no soldados, sino pegados con una resina epoxi específica. Se trataba de una técnica nueva en el campo del automóvil pero muy extendida en el sector aeronáutico, que garantizaba la rigidez sin las debilidades de la soldadura.
La tarea de dar forma y estilo al Elise, bautizado con el nombre de la nieta de Romano Artioli, Elisa, continuando la tradición de los nombres que empiezan por "E", se confió a Julian Thomson, que se inspiró en modelos del pasado como los Lotus Elan y Europa, pero también en el Ferrari Dino, del que poseía un ejemplar.
El resultado fue un roadster con motor central trasero de 3,72 metros de longitud y sólo 1,20 metros de altura, que se distinguía por sus faros redondos, una zaga con un sutil alerón y un interior de bastidor visto.
El peso de sólo 800 kilos permitía que el coche fuera rápido y divertido, sin necesidad de exagerar la potencia. Para los motores, por tanto, se optó por la probada serie K de Rover, motores con distribución de 16 válvulas que también se caracterizaban por su bajo peso.
En concreto, el 1.8, que en la versión básica de lanzamiento proporcionaba 120 CV, era suficiente para rozar los 200 km/h y acelerar de 0 a 100 km/h en 5,9 segundos.
En los años siguientes llegaron otras variantes más potentes, primero el 111S, que gracias a cambios en el sistema de admisión alcanzaba los 145 CV, y después el 160 Sport en el que el mismo motor incrementaba su potencia hasta los 162 CV. Este último paraba el crono en el 0-100 en 5,2 segundos.
La segunda serie
En 2001 llegó la primera evolución con la segunda serie, también conocida como S2: el chasis se tocó muy poco, apenas reduciendo el grosor de los bajos de las puertas para mejorar la accesibilidad y revisando la suspensión para reducir la tendencia al sobreviraje, mientras que la carrocería se rediseñó y se dotó de un extractor de calor y un alerón más pronunciado para darle estabilidad.
Las modificaciones hicieron que el Elise fuera más agradable en el uso diario y que tuviera también mejores acabados. Para satisfacer mejor los diferentes espíritus de los clientes, el fabricante ofrecía dos versiones, una con un toque 'racing' más esencial y otra 'tourer' para los que preferían un uso más de turismo.
El motor seguía siendo inicialmente el 1.8 de origen Rover, con una nueva ECU que lo hacía más vivo y sensible, y con un par de caballos de potencia adicionales en la versión básica, mientras que el sonido y el manejo de la caja de cambios mejoraron, aunque no del todo.
Los motores cambiaron en 2004, cuando la normativa sobre emisiones dejó fuera de juego al motor Rover y obligó a Lotus a buscar una alternativa, que se encontró en el 1.8 VVTL-i de la serie ZZ de Toyota, con alzado variable de válvulas y 192 CV.
Este nuevo Elise recibió el nombre de Elise R. A pesar de ser algo más pesado que el motor Rover, el japonés aumentó las prestaciones del deportivo, que también incorporó ABS por primera vez.
Al principio, aquel 1.8 de 192 CV estuvo flanqueado por una versión de acceso, propulsada por una variante más sencilla del mismo bloque, con 136 CV, y después por la versión SC sobrealimentada por compresor, que tomaba su inspiración del Exige (un coupé derivado del Elise pero con prestaciones superiores).
El motor VVTL-I con el añadido de un compresor volumétrico alcanzó los 212 CV y despachaba el 0-100 km/h por debajo de los cinco segundos, en concreto en 4,6. También llegaron varias series especiales inspiradas en los colores de los Lotus de carreras y los F1 del pasado.
La tercera serie
En 2011, el motor Toyota también se quedó 'obsoleto' de repente, debido a la normativa de emisiones de turno. Fue sustituido por un nuevo 1.6, también Toyota, con 136 CV y acompañado de un segundo restyling centrado de nuevo más en la carrocería que en el interior, que dio origen al S3. El R y el SC se mantuvieron en producción unos meses con los motores 'antiguos' y, unos años más tarde, apareció un nuevo SC, de nuevo con sobrealimentación pero con 220 CV.
Una vez más, no faltan las ediciones especiales. En 2014 llegó la variante de competición S Cup R, con motor de 220 CV pero nuevos apéndices aerodinámicos, molduras revisadas y jaula antivuelco.
Posteriormente se fabricaron en serie limitada los 250 y 260, cuyas siglas indican la potencia, con un 0-100 por debajo de los 4 segundos. El Elise salió finalmente de escena en 2021, tras 25 años y más de 35.000 unidades producidas.