Puede que no fuera el primero ni tampoco el más vendido, pero desde luego el Ford Fiesta es un verdadero icono entre los turismos utilitarios y merece un lugar de honor en la historia del automóvil, especialmente ahora que el fabricante ha anunciado el cese de su producción, tras casi cinco décadas en los concesionarios.
El Ford Fiesta nació en 1976 y ha sobrevivido durante nada menos que siete generaciones, pero el próximo año 2023 dirá adiós definitivamente, al menos tal y como lo conocemos, tras 47 años de historia. Así pues, aprovechemos la ocasión para repasar su ilustre trayectoria.
Pensar en pequeño
Diseñar un coche pequeño parece una trivialidad, pero a mediados de los años 70, la generación de oro de los vehículos pequeños europeos estaba en sus inicios. El Volkswagen Polo se lanzó en 1975 y la competencia se puso manos a la obra. Ford, que en Europa no tenía nada más pequeño que el Escort y que, no olvidemos, es un fabricante americano nada habituado a los coches compactos, puso a sus mejores mentes a trabajar.
El primer punto de la lista era la tracción delantera. A estas alturas ya se sabía que para los coches de este tipo era la opción ganadora, tanto por razones económicas como para aprovechar el espacio del habitáculo. Y sobre este pilar, el presidente de Ford, Lee Iacocca, creó el estudio de un coche pequeño, económico en cuanto a precio y costes de funcionamiento, espacioso (en relación con las dimensiones exteriores) y robusto.
El resultado pudo verse en 1976: el Fiesta medía 3,57 metros de largo (hoy en día incluso el Panda lo superaría por unos pocos centímetros), 1,56 de ancho y 1,36 de alto. ¿El peso? De pluma: entre 730 y 775 kg, variando en función de los motores, delanteros y transversales, que iban desde un 1.0 de 45 CV hasta un 1.1 de 53 CV ofrecido en las configuraciones básica, Ghia y S. Esta última era la variante deportiva, a la que en 1977 se sumó también un motor 1.3 de 66 CV.
Diseño 'Made in Turín'
En muchos grandes éxitos hay un toque italiano, sobre todo en el diseño, y aquí también ocurre. Así como el Polo fue fruto del lápiz de Giorgetto Giugiaro, el Fiesta lo firmó el centro de estilo Ghia, también en Turín, que ganó el 'concurso' interno entre los centros de diseño de Ford en todo el mundo.
Para la producción del Fiesta, en cambio, se eligió España, un país en plena reactivación económica que tendía puentes de oro a todo el que deseara instalar capacidad de producción (no solo de automóviles) en su territorio. Valencia era la principal planta, pero no la única que producía el Fiesta, ya que también se ensamblaba en Gran Bretaña y Alemania.
Las cuatro primeras generaciones
El primer Fiesta dio paso a la segunda generación en 1983, tras los canónicos siete años de carrera, pero en realidad sería más correcto hablar de un restyling, aunque profundo: la forma de la carrocería (con un pilar trasero muy inclinado) se mantuvo idéntica, al igual que la mecánica, aunque evolucionada y mejorada, con la caja de cambios pasando de 4 a 5 marchas y la oferta de motores dando la bienvenida al primer diésel, un 1.6 de 54 CV.
La tercera serie del Fiesta, presentada en 1989, nació en cambio de una hoja en blanco. Esto se puede adivinar por la forma general, por el hecho de que la carrocería de cinco puertas estaba disponible por primera vez y el interior era mucho más moderno y ergonómico.
Una señal de que los tiempos habían cambiado viene dada también por la larga serie de equipamientos especiales que siguieron al lanzamiento, y por las innovaciones técnicas como los airbags delanteros y la columna de dirección colapsable, fechadas en 1994.
El Fiesta IV de 1996, como el II en su día, fue en realidad una fuerte actualización del modelo anterior. A la venta hasta 2002, finalmente se despidió de los obsoletos motores de balancines (aparte de los 1.300 que se reincorporaron a la gama en 1997), para dar paso a los más modernos Zetec de aluminio con doble árbol de levas en cabeza.
El nuevo milenio
De la generación IV a la V, Ford cambia la orientación estilística y así el Fiesta pasa de las formas redondas a las angulares. La longitud, que creció lentamente de una generación a otra, se acerca aquí a los 4,0 metros, deteniéndose justo en los 3,92. Técnicamente, la mayor novedad son los motores turbodiésel 'common rail' de 1,4 y 1,6 litros.
Otra revolución llegó en 2009 con el Fiesta VI, el primer modelo que encarnó la filosofía 'One Ford' con la que la marca decidió unificar productos y crear coches globales para todo el mundo. El utilitario interpretó el lenguaje de diseño Kinetic Design de la casa, con una línea de cintura alta y un aspecto bastante deportivo, refrendado por las sensaciones al volante.
El Fiesta de séptima generación es un hijo de su tiempo: con más de 4,0 metros de longitud, entre 4,04 y 4,07 según el acabado, es sin embargo de los pocos que siguieron ofreciendo carrocerías de tres o cinco puertas, cuando casi todos los rivales habían ya abandonado la primera opción. Además, es ligero, consume poco combustible y cuenta con sofisticadas funciones de conectividad.
Su oferta de motores va desde el 1.1 atmosférico hasta el 1.0 EcoBoost turboalimentado, y no descuida el diésel, estrenando la nueva generación de bloques de gasóleo desarrollada junto a PSA, con 120 CV de potencia. También ofreció el acabado Active, con mayor altura y aspecto algo más campero, que recuerda un poco a los crossover.
Aunque parece imposible cuestionar un coche tan establecido en el mercado, lo cierto es que el descenso de las ventas y la orientación del público hacia los SUV pequeños han arrinconado a los coches utilitarios, por lo que, en 2022, Ford ha anunciado que "el Fiesta está acabado", y el año próximo el modelo desaparecerá definitivamente.
Los deportivos: del XR2 al ST
La deportividad no falta en casi ninguna generación del Fiesta y la mayoría de las veces también es explícita. La primera versión 'cañera' data de 1981 y es el Fiesta XR2: su motor de 1,6 litros entregaba 82 CV (algo más de 170 km/h de velocidad máxima, para un 0-100 km/h en 10,1 segundos), mientras que la estética se caracterizaba por los faros antiniebla redondos.
En el Fiesta II, el XR2 vio aumentar su potencia hasta los 96 CV, pero el gran salto llegó con el Fiesta III RS Turbo de 1990: 133 CV y solo 7,9 segundos para acelerar de 0 a 100 km/h. También existió el XR2 de 110 CV, pero la verdadera estrella de la saga de las pequeñas 'bombas' de los años 90 es, sin duda, el RS Turbo, con esos amenazantes cuatro faros antiniebla rectangulares de inconfundible sabor a rally.
Tras el RS Turbo, Ford se tomó un periodo de descanso por el que no habría versión deportiva en la cuarta generación. El Fiesta V en su versión ST recoge el testigo. Para ello recurrió a un motor 2.0 atmosférico de gasolina, con 150 CV, y a un preciso chasis, por lo que, además de prestaciones, ofrecía un gran placer de conducción.
La diversión y las sensaciones son también los puntos fuertes del ST basado en el Fiesta VI. Sin embargo, esta vez el motor también dio un paso adelante: un 1.6 turbo con 182 CV (200 CV, en el ST200) y, sobre todo, un par motor que te pega al asiento. Tanto o más que la generación anterior, el Fiesta ST se encuentra muy cómodo en curvas, gracias a un buen equilibrio entre la respuesta de la dirección, la capacidad de 'comunicarse' con el conductor y darle el placer de sobrevirar al ahuecar.
Hablamos de ligeros 'redondeos' de la trayectoria por parte del eje trasero, que no restan seguridad (que en todo caso está controlada por el ESP), pero que dan mucho juego. En resumen, lo suficiente como para enfrentarse a rivales feroces como el Renault Clio R.S. y el Peugeot 208 GTi. La última generación del ST, propulsada por un tricilíndrico EcoBoost de 200 CV, es el último de la saga. En retrospectiva, una gran despedida.
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